No es fácil hacer amigos con los que compartir montañas y planear locas aventuras. Pero puede suceder, y sucedió. Después de realizar varios cursos de montañismo en el club y coincidir en repetidas ocasiones con gente hermosa y apasionada, nació un pequeño grupo que, casi sin proponérselo, empezó a soñar nuevos desafíos montañeros. Bueno, no solo a soñarlos. De la mitad del año hasta acá, hemos recorrido muchos kilómetros juntos.
Como broche de oro para el 2025 planificamos una experiencia en altura en el volcán Tromen, a 4000 msnm. Mucho se conversó. Entre idas y vueltas, conformamos un grupo de diez. Una Comunidad del Anillo con yapa, de diferentes edades, procedencias y experiencias, sin mago pero con InReach. Había personas novatas en altura y otras con un largo historial. Y funcionó. Hicimos cumbre el domingo 23 de noviembre, luego de pasar la noche en un campamento de altura a 3200 msnm. Por suerte, nadie quedó atrás; el clima acompañó con una ventana de tiempo a puro sol y sin un atisbo de brisa en la Cordillera del Viento. Hubo épica y mal de altura, pero en dosis que pudimos gestionar con paciencia, humor y fuerza de voluntad.
Aun la montaña que más conocés te sorprende con novedades y encuentros, y el Tromen no fue una excepción. Al elegir un fin de semana XXL, a lo largo del camino coincidimos con otras personas y otros clubes. Compartimos mate en el campamento, tropiezos y resoplidos en el escorial, y aplausos en la cumbre. El Club Andino de Mar del Plata terminaba el año con un curso de montañismo: 38 personas del mar al monte, sembrando el paisaje lunar de carpas amarillas y rojas. Además de los cánticos de aliento y los aplausos, de las conversaciones e intercambios de teléfono, hubo fotos y el deseo de organizar experiencias conjuntas. El Club Andino de Bahía Blanca, menos numeroso, también dijo presente. Bajo un sol que caía a plomo en pleno escorial hubo un entusiasta y espontáneo intercambio de camisetas.
Al final del día, a pesar del cansancio, del esfuerzo, de todos los pequeños sacrificios personales y familiares para estar ahí, de lo menos épico de la épica, comimos pan dulce al pie del Tromen mientras caía la tarde. Con sensación de logro y alegría. En silencio, mirábamos una gran nube dorada suspendida sobre nuestras cabezas, como salida de un cuadro. Fue sencillamente magnífico.


